Seguía yo mis vagancias por
el sur y caí en el día que dicen que es de los enamorados allá en la plaza de
Coyoacán, y vi parejas y arrumacos y chicharrones y bailes y globos y
pastelillos y otras muchas cosas muy buenas y muy provechosas que habrían,
seguramente, de acabar en sopeo y popoteo. Mas no es ahí el escenario de lo que he de
relatar a continuación.
Volvía yo en
mis idílicos pensamientos dejando atrás corazones y rosas para pensar en cosas
menos disfrutables y un tanto más engorrosas, y no hablo del trabajo, pues
sepan vuesas mercedes que a ése nunca voy con pesares, pues que soy de alma
cómica y a todo le sonrío. Decía yo, que iba a cosas engorrosas y era ésta la
de viajar en el metro a la tercera hora pasado el mediodía.
No estarán
vuesas mercedes para saberlo, mas yo sí para contarlo, y es que los idilios
tienen en mí un efecto de relleno que me expanden el corazón y me presionan la
panza, y cáusame esto (los buenos días) no requerir mucho alimento. Y los malos
días, chorrillo. Pero fue hoy buen día y le eché poco fuego a mi científica
oficina. Pero dejando los menesteres mimosos atrás, atacóme un hambre atroz
potenciada por un viso futurista en el que, sabía, no habría de comer hasta ya
entrada la noche, que es la hora en que llego a mi cantón después del trabajo.
Dejé Coyoacán
por el barrio de Santa Catarina (que ahí hállase un teatro muy bonito) para
desembocar en metro Viveros, lugar donde se encuentran numerosos puestos
blancos, y tuve a bien buscar alguno que satisficiera (¿se escribe así?) mi
apetito, o mejor diré apeto, pues que desprecio los diminutivos y sabréis el
porqué a continuación.
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Donde miréis de surtida, maciza, costilla y cuero, dale gracias al taquero y a Dios, que con él nos cuida. |
Hallé un local
sin nombre aparente y, ajeno a la costumbre de sus vecinos taqueros, ni siquiera
una lona marcaba su menú. El clasicismo de su cartulina fosforescente alegróme
la vista y más aún las partes inconfundibles que sólo provienen de las
sacrosantas carnitas.
Pequeño en
comparación a sus coetáneos, el puesto ofrece una quinta de tacos a veinticinco
del águila, precio harto desconcertante y extraño en el mundo de las carnitas,
pero indudablemente conveniente para atraer clientela. Dos amigables Godínez almorzaban
su media hora entre una plática que se antojaba mediocre y una nula consciencia
espacial que los hacían estorbar al que quería tomar la sal.
A pesar de la
amplia difusión que tienen estos puestos, son pocos los que conocen las
correctas costumbres al disfrutar de estas viandas, y aquí he de enumerarlas
para que piensen que llegan a este lugar con la cabeza un poco más hueca que
como lo abandonan. Y lo primero es una regla en el mundo general del puesto de
tacos: nunca de los nuncas y jamás de los jamases se hará uso del diminutivo al
ordenar, pues aquesa costumbre inicióse hace unas cuatro décadas y era sólo
pronunciado por dos sectores de la población, las señoritas de sociedad (que
sólo conocían estos tugurias por alguna salida locochona con sus callejeros
amigos) y los muerdealmohadas, pues que los soplanucas suelen ser más hombres
que éstos.
Así pues, quien
llegue y pida “tres taquitos”, “con cebollita” y “un refresquito” es motivo de
encabronamiento pues que despliega un nivel impresionante de estupidez. ¿Y de
qué surgió esto? Pues de los taqueros que preguntaban si el comensal deseaba
salsa y sólo los putos tenían a bien decir “poquita” o “de la que pica poquito”.
De decirlo me ha dolido la tripa.
El único que auténticamente debe usar el diminutivo es el taquero mismo, pues que se refiere a nosotros como "patroncitos", nos ofrece "unos taquitos" de "cuerito" y "un chesquito". De ahí que el nombre mismo de la carne se haga en diminutivo plural, es por mera cortesía. Dicho de otro modo, el taquero se pone a nuestra disposición y nosotros haremos de hombres y no de amanerados.
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Puesto digno de ser puesto tiene el frío a su favor, si no hay refrigerador ponga hielo de repuesto. |
Ya entrados en
reglas de etiqueta, dicen los que saben más que yo, que al taco no se le pone
ni limón ni sal (pues que el primero tiene un sabor cuya función es matar al
resto de los sabores, lo que elimina al taco), mucho menos a los que son hechos
de carnitas. Mas yo, iconoclasta al fin, pedí tres tacos (que era para todo lo
que me daba mi bolsillo) y los aderecé de la mejor manera para probar todo: uno
de cuero sólo con rajitas de cebolla y jalapeño, uno de buche con salsa roja y
otro de cuero, con limón, sal y la mesma salsa. Del primero me decepcionaron
las cebollas rajadas pues que picaban menos que borracho en fiesta de gordas y
debí sazonar con la salsa verde. No estaba esta mal y me pareció muy bien.
Mas en llegando
a la salsa roja, ¡la puta que los parió! Agradezco al creador no haber pedido
más tacos y haber comprado una coca, pues ardía como mentada de madre, de esos
picores que duermen toda sensación de la lengua y siente uno que hasta el aire
que pasa sobre ella la quema. Sólo por esa salsa recomiendo la ida, que es,
como diría un tío mío, para levantar crudos; o como diría mi progenitora, para
quitar catarros, pues que afloja los mocos.
En cuanto a la
carne, usa el taquero la técnica de un corte amplio y desigual, muy provechoso
en muchas carnitas, pero peca de codo y un taco mírase miserable entre los
demás, de ahí su económico precio. He visto yo otros muy rebosantes y sabrosos,
y éstos, lo pequeño lo compensan con barato además de ser sabroso el cuero, que
son tres partes las que determinan si unas carnitas son buenas, y son éstas el
cuero, la maciza y la oreja.
Para un
bolsillo apretado como el mío y en un camino transitado como es el de la
Avenida de la Universidad, hállanse estos tacos desnombrados en buen lugar.
Pues que del amor pasé al hambre, del hambre a la saciedad y de la saciedad al
picor extremo. Doy mi calificación pues que en escribiendo esto me ha dado un
retortijón lo que me hace temer que aquesa salsa roja fuera de doble picor, que
pica cuando entra y pica cuando sale.
Dos estrellas
son ganadas por este puesto y es una por lo barato y otra por lo picoso.
Et fruitonis
-Don Pepe Zorrillo de la Trajinera
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