miércoles, 13 de julio de 2016

El eterno retorno... a los tacos (primera parte)

Desacostumbrado lector:
Pertinente es, por honor a mi barriga, aclarar que de los tacos no me he separado, muy distinto de las letras que tienes a bien leer buscando una nueva aventura culinaria. Me veo en la necesidad de complacer tu paladar y tus ojos movido por una potencia que, de usarse para el bien común, no podría más que reproducirse y conseguir así una mayor armonía entre los individuos: la gratitud.
Explicareme en breves palabras para que a vuesas mercedes no las carcoma el aburrimiento.
Hallado he un oasis de aceite y puerco, un camino de leche y miel al bypass, un tesoro de carnes más sabrosas  que las presumibles por Venus; y como hijo marcado por la gracia de Hefesto, hice lo posible por probarlas.
Hallarán en la esquina de Jalapa y Puebla, ante fracturas que la vialidad impone a los caminos y a breves pasos del metro Insurgentes, a los mayores benefactores del cazo que hay en ocho godinatos a la redonda.


Buscaba calmar la hambruna
en territorio Godínez,
y encontré para estos fines
la tac des tacs no vacuna:
reposan en una cuna
de aceite que las atrapa,
las heroínas sin capa,
del aceite, la antiniebla:
en la esquina en la que Puebla
va y se besa con Jalapa.
Salía del palacio del Derecho de Autor, en que me demandaba un asunto de actual y sumísima importancia cuando el llanto de mis tripas me guió en busca del alimento que tuve a bien hallar con tan provechosos taqueros.
Sometí sus carnitas a la ordalía que todo puesto dedicado al consumo total del cerdo me merece: uno de cuero y uno de oreja. Porque es bien sabido entre paladares nobles que la maciza es para los necios: cansa el paladar y carece de los jugos con que Dios nutrió a los chanchos; la maciza sola, destemperada de cueros o gorditos, carece de texturas y matices, lo que revela el gusto simplísimo y falto de curiosidad de quien la ordena. Así, pues, hice del cuero, cuero y de la oreja, oreja, y no encontré en ellos nada de lamentable.
Pero la revelación de ese cazo fue la trompa, al grado que pude imaginar que los cuinos usados por el taquero debían tener manantiales cristalinos por mocos y flores y pasteles entre cada diente.
Rumiaba con deleite mis tacos y gozaba de la idea de escribir aquestas fojas en un espacio que, en principio, me había llevado hasta el Palacio del Derecho de Autor en primer lugar.

No pueden la bonanza del suadero,
las galas del pastor, las tripas fritas,
la fuerza del bistek ni el asadero
robarle el galardón a las carnitas.

Y lo que quise hacer breve no lo he ni siquiera comenzado, pero lo he de poner de manera sucinta mientras imagináis que masco:
Hallábame registrando el guión de una película (para el arte conocido como “el teatro que todavía es divertido”) el cual me fue solicitado por un hombre muy bueno y muy provechoso que ha tiempo ya ha hecho carrera en el séptimo arte y hasta en el octavo, que así llamaremos a la pantalla chica, y cuyo nombre no menciono aquí por no quemarlo, dado que el proyecto aún está en espera de aprobación de la nobleza y no quisiera importunar a la Fortuna con prontas vanaglorias que podrían ser vacuas.
El caso es que aqueste sujeto es padre del amigo de un amigo que ahora también es mi amigo (el padre y el amigo) y ha decidido correr el riesgo de llevar las letras de un servidor hasta su molino basándose (y es aquí donde el taco se llena de surrealismo) solamente en el espacio donde estás posando tus ojos: en estos humildísimos y ricos escritos sobre tacos.
Dábame risa este pensamiento en que la vida demuestra su redondez mientras terminaba el cuarto taco, el de buche (cuyo sabor tampoco es despreciable). Tan copados, tan bien servidos y abundantes, tan colorados y rebozantes son los tacos que ahí se sirven, que lamenté por vez primera en mi vida, no ser de mayor tamaño para probar algo más de sus copiosas fuentes, en donde hallaréis chamorros y costillas, amén de los aderezos que obran de magnificencia en comparación a otras carnitas: cebollas con habanero, salsas de tres colores y un guacamole que hacía gala del alto nivel económico de la zona.
Cuando cansa la labor
es mejorsi a nuestra panza escuchamos:
"¡comamos!"sándwich, hot dog, papas fritas,
carnitas,hamburguesas o cemitas...
ante la duda, hazme caso:
entre parrillas y el cazo
mejor comamos carnitas.

Por cuestiones que tampoco competen a este espacio, volví al Palacio del Derecho de Autor; y en pensando repetir la comilona, contúvome un recuerdo de mi estómago, y aprovechando que mis pies estaban de humor, me encaminé hacia otros tacos cuya historia esperará a la segunda parte.
Mientras tanto, tenéis ya una tarea magallanezca: encontrad los tacos que os he dicho… y atascaos.

Et fruitonis.

-Don Pepe Zorrillo de la Trajinera