Desacostumbrado lector:
Pertinente es, por honor a mi
barriga, aclarar que de los tacos no me he separado, muy distinto de las letras
que tienes a bien leer buscando una nueva aventura culinaria. Me veo en la
necesidad de complacer tu paladar y tus ojos movido por una potencia que, de
usarse para el bien común, no podría más que reproducirse y conseguir así una
mayor armonía entre los individuos: la gratitud.
Explicareme en breves palabras para
que a vuesas mercedes no las carcoma el aburrimiento.
Hallado he un oasis de aceite y
puerco, un camino de leche y miel al bypass,
un tesoro de carnes más sabrosas que las
presumibles por Venus; y como hijo marcado por la gracia de Hefesto, hice lo
posible por probarlas.
Hallarán en la esquina de Jalapa
y Puebla, ante fracturas que la vialidad impone a los caminos y a breves pasos
del metro Insurgentes, a los mayores benefactores del cazo que hay en ocho
godinatos a la redonda.
Salía del palacio del Derecho de
Autor, en que me demandaba un asunto de actual y sumísima importancia cuando el
llanto de mis tripas me guió en busca del alimento que tuve a bien hallar con
tan provechosos taqueros.
Sometí sus carnitas a la ordalía
que todo puesto dedicado al consumo total del cerdo me merece: uno de cuero y
uno de oreja. Porque es bien sabido entre paladares nobles que la maciza es
para los necios: cansa el paladar y carece de los jugos con que Dios nutrió a
los chanchos; la maciza sola, destemperada de cueros o gorditos, carece de
texturas y matices, lo que revela el gusto simplísimo y falto de curiosidad de quien
la ordena. Así, pues, hice del cuero, cuero y de la oreja, oreja, y no encontré
en ellos nada de lamentable.
Pero la revelación de ese cazo
fue la trompa, al grado que pude imaginar que los cuinos usados por el taquero
debían tener manantiales cristalinos por mocos y flores y pasteles entre cada
diente.
Rumiaba con deleite mis tacos y
gozaba de la idea de escribir aquestas fojas en un espacio que, en principio,
me había llevado hasta el Palacio del Derecho de Autor en primer lugar.
![]() |
No pueden la bonanza del suadero, las galas del pastor, las tripas fritas, la fuerza del bistek ni el asadero robarle el galardón a las carnitas. |
Y lo que quise hacer breve no lo
he ni siquiera comenzado, pero lo he de poner de manera sucinta mientras
imagináis que masco:
Hallábame registrando el guión de
una película (para el arte conocido como “el teatro que todavía es divertido”)
el cual me fue solicitado por un hombre muy bueno y muy provechoso que ha
tiempo ya ha hecho carrera en el séptimo arte y hasta en el octavo, que así
llamaremos a la pantalla chica, y cuyo nombre no menciono aquí por no quemarlo,
dado que el proyecto aún está en espera de aprobación de la nobleza y no
quisiera importunar a la Fortuna con prontas vanaglorias que podrían ser
vacuas.
El caso es que aqueste sujeto es
padre del amigo de un amigo que ahora también es mi amigo (el padre y el amigo)
y ha decidido correr el riesgo de llevar las letras de un servidor hasta su
molino basándose (y es aquí donde el taco se llena de surrealismo) solamente en
el espacio donde estás posando tus ojos: en estos humildísimos y ricos escritos
sobre tacos.
Dábame risa este pensamiento en
que la vida demuestra su redondez mientras terminaba el cuarto taco, el de
buche (cuyo sabor tampoco es despreciable). Tan copados, tan bien servidos y
abundantes, tan colorados y rebozantes son los tacos que ahí se sirven, que
lamenté por vez primera en mi vida, no ser de mayor tamaño para probar algo más
de sus copiosas fuentes, en donde hallaréis chamorros y costillas, amén de los
aderezos que obran de magnificencia en comparación a otras carnitas: cebollas
con habanero, salsas de tres colores y un guacamole que hacía gala del alto
nivel económico de la zona.
Por cuestiones que tampoco
competen a este espacio, volví al Palacio del Derecho de Autor; y en pensando
repetir la comilona, contúvome un recuerdo de mi estómago, y aprovechando que
mis pies estaban de humor, me encaminé hacia otros tacos cuya historia esperará
a la segunda parte.
Mientras tanto, tenéis ya una
tarea magallanezca: encontrad los tacos que os he dicho… y atascaos.
Et fruitonis.
-Don Pepe Zorrillo de la Trajinera