lunes, 18 de febrero de 2013

Dios guarde la receta secreta de ciento veinte y siete especies: Los Chupacabras


Estudiante de la Ciudad Universitaria que se respete habrá de saber tres cosas: que en las Islas se faja, en los estacionamientos se bebe y que los mejores tacos de Coyoacán hállanse muy cerca del metro de éste y son llamados Chupacabras, destino de hambrientos y salvación de los bolsillos poco abultados, gloriosos en sabor y veloces en despache, animosos en carácter y folklóricos de concurrencia, soy seguro y me juego la espada a que habrán de pasar a la memoria urbana como una de las piedras angulares de la garnachería.
Terminaba yo mi día de ensayos y trabajo, que como buen día laboral, fue largo y provechoso (que en esto deben parecerse los días laborales a los miembros viriles, o de menos, al uso que se hace de éstos) y, acompañado de una alegre comparsa de actores, decidimos echar fuego a la científica oficina yendo a conocer el nuevo local en que ahora se sirven los manjares que estoy por describiros.
Contáronme los que mejor conocen Coyoacán, pues que viven en él, que la cuna que vio nacer a “los chupas” (que así es como los llaman y uno debe contestar “mejor tú”) encontrábase bajo un puente que hacía la Avenida del Río Churubusco, donde ahora hay juegos, para acercarse luego a un lugar muy similar al que ahora se encuentran, donde uno era despachado incluso desde su coche y los olores muy gratos se metían por la ventanilla, invitándole a uno a llegar tarde a su destino por comer un taco. Con la remodelación de la avenida, fuéronse a una estrecha banqueta que menguó su comodidad, mas no la clientela, que se apretujaba en cualquier lado aunque ello le significase invadir el arrollo vehicular. Apenas ha unos días que de ese viejo puesto blanco pende el cartel que anuncia la nueva ubicación, bajo el mismo puente de la misma avenida.
Miro muchos comensales,
miro el hambre satisfecha,
miro y muere mi sospecha:
los chupas siguen iguales.
Estoy evadiendo el hablar del sabor pues que sólo recordarlos me abre el apeto y mi estómago llora de tristeza hallándose tan lejos como está de ellos. Pero a darle, que son Chupacabras.
Para los imberbes y barbilampiños que saben poco de la vida, resumiré la esencia de estos tacos y el modo en que anúncianse: básicamente existían tres clases de tacos y éstos eran de bisteck, de longaniza y de carne enchilada. Pedir un “Chupacabras” era el taco que combinaba las tres carnes, aunque con el tiempo la carne enchilada fue depuesta y con dos tipos se bastaban. Parece cosa sencilla y en verdad lo es, mas nadie ha dado con aquello que les da su sabor particular, y anúncianlo ellos como la “mezcla de tres carnes y 127 especies”, y opino yo que la receta radica en no usar especias sino especies. Además de ser, como dicen, los únicos tacos light.
Hallé en la nueva taquería el gustoso regreso de la carne enchilada (a mi parecer, pues bien pude confundirme y ser sólo la misma longaniza, pues orgasmeado como estaba de probarlos, el espíritu abandona la quisquilla y cede a la cosquilla) y lo mejor de todo, la reducción de sus precios. Conocílos yo (allá por el año dos mil y ocho de la era de nuestro señor Chuchocristo) en nueve pesos. Vi los precios crecer hasta los doce del águila con mucho pesar, y recientemente han vuelto sólo a los diez pesos. ¡Larga vida a este precio!
Al pedir una orden de tacos, lo mejor es llegar y pedir un número determinado de “chupas”. El gritón, que es el taquero que corta los limones y recibe los platos sucios y el dinero, ordena a los cheffs la pronta preparación del platillo y éste sale en tiempo récord, y se ha catalogado este tiempo como el más corto en nueve punto siete segundos. Más tiempo hace uno en la cola.
Al recibir el plato, pasa uno a la barra de aditamentos, que son los que le dieron gloria y fama a los Chupacabras, pues hay para escoger entre salsas, cebollitas picantes con chile habanero, nopales con chile seco y las populares papas y frijoles. Decía yo que esto habíales dado fama, y es que siendo tacos para estudiante, llegaba uno harto jodido y en pidiendo un solo taco, retacábase éste de papas y frijoles con guarnición de nopales de tal suerte que con pagar un taco comía el gorrón como en bufete. Aún puede mantenerse aquesto como tradición, mas hacerlo significa llenar la panza de verdura cuando bien puede hacerse con carne.

Volverán las brillantes cebollitas
en tu planchón sus jugos a soltar,
y otra vez le dará a los comensales
con qué sazonarán.
Pero aquellos que el gusto refrenaban
pues cebollas no quieren degustar,
aquellas comerán papa y nopales
y ésos... ¡les gustarán!

Por si esto fuera poco, encontré nuevos sabores del menú y probé uno de los suaderos más ricos que haya degustado; de no ser porque el sábado hacía un frío que volvía los pezones en cortadoras de cristal, no habríase enfriado mi carne (la de mis tacos y la mía) y habría degustado mejor de la grasita. Comentan también que han visto la piña de pastor ahí, pero aqueso no me constó por lo que conmino a los lectores acercarse a la taquería para descubrirlo.
Como cereza del pastel, hállanse los nuevos tacos en medio de algo que será similar a un comedero en la calle, una plazuela cuyo techo es la misma avenida y que dará hogar a varios puestos de comida que se antojan harto fresas; pero aqueso no importa, lo claro es que hay en el lugar banquitas y mesas para ya relajar las piernas al tiempo que el estómago por si vuesas mercedes, como yo, llegan de una larga jornada. Y aún más, que a un ladito han puesto un lugarcillo también bajo el puente que sirve de estacionamiento, con lo que la vieja tradición de estacionarse en las calles aledañas y caminar impidiendo el propio atropellamiento quedará en el pasado, al menos durante horas decentes del día.
Auguro buenos y provechosos comensales para los Chupacabras y los puestos que se cuelguen de su fama.No me concentro en los sabores por ser estos indescriptibles. Baste decir que doy cinco estrellas, mi calificación más alta a los Chupacabras. A quien le guste, ruego a Dios encontrarlo por ahí para que me pague un taco, y a quien no, sírvase de irse a la chingada.

Yo fui joven una vez,
y a veces hasta ignorante,
mas al hacerme estudiante
torne a mi gusto en un juez
sobre la carne de res
de chivo y puerco panzón;
y encuentro que en la sazón
los Chupacabras son dueños
pues sus tacos son ensueños
y cual sueños, buenos son.
Me despido con la frase que ostentan en el letrero que los anuncia: “si quiere de res, aquí es, y si quiere de potro, allá con el otro”.
Et fruitonis



2 comentarios:

  1. Querido Buscón: Mucho me ha sido provechosa esta entrada, no sólo por lo bien escrita que está, sino porque en ella he visto que además de ser buen comedor de tacos, es usted un buen poeta. Ojalá muchos más poetas se sumaran a la loa de la garnacha, que según yo, es más beneficiosa que cualquier otra musa y, por mucho, menos caprichosa.

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  2. Los tacos chupacabra son los mejores que he comido en todo el tempo que llevo comiendo end diferences taquerias han sido imitados MAs nunca igualados con su gran sazon representan a ka comida 100% Mexicaba

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